Revista de Divulgación Científico-Tecnológica del Gobierno del Estado de Morelos

Una charla con...

Por: M.C.S. Silvia Patricia Pérez Sabino / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

1 pato
2 kilos de arroz
2 tazas de chicha de jora...

Mezclados son algunos de los ingredientes para preparar un plato típico de la parte norte del Perú, el cual degusta desde Morelos el Doctor Ricardo Melgar Bao, quien es originario de Lima, Perú, sin embargo, radica en Morelos desde hace 22 años a lado de su esposa y de sus dos hijos.
Es uno de los investigadores que más publicaciones produce del Instituto Nacional de Antropología e Historia del País. En su juventud recorrió varias Universidades, considerándose un "estudiante itinerante", escribió poesía, estudió filosofía y ejerció la docencia universitaria. En sus propias palabras, nos platicó que decidió escalar un peldaño en la "seriedad académica", aquella que pretenden conferir los estudios de postgrado, mismos que realizó en la UNAM en "Estudios Latinoamericanos", pero... ¿qué es lo que más le cautivó de dicha especialidad?; dos cosas, la primera que ofertaba una formación interdisciplinaria y no había otra Universidad en el País que ofreciera una formación así, tampoco en América Latina, eso era atrayente para quien había estudiado filosofía, y posteriormente antropología y tenía preferencias más abiertas que las acostumbran a dar las monodisciplinas, quizás deseaba moverse dentro de un mirador muy heterodoxo sin fronteras entre las disciplinas humanísticas y las ciencias sociales.

H.- Doctor Ricardo Melgar Bao ¿cuál es su línea de investigación?
RMB.- “Actualmente es trabajar durante 2009 y 2010 sobre la Revolución Mexicana, debido a que nos interesa su proceso de recepción en América Latina. La recepción de la revolución tiene sus peculiaridades, sus aristas. La revolución en el imaginario, en los textos y debates librados por intelectuales, políticos y dirigentes campesinos e indígenas de otros países no sigue fielmente los hitos del proceso revolucionario mexicano ni sus agendas. La recepción depende de los actores sociales y de la trama de urgencias y preocupaciones nacionales. Hay en toda recepción una cuota de fascinación y de inventiva, y otra, de valoración comparativa, con cierto rango de objetividad”.

H.- ¿Por qué los intelectuales, los artistas y los políticos, por mencionar algunos sectores de la población muestran un peculiar interés por el la Revolución Mexicana?
RMB.- “Porque es el hecho más trascendente del siglo XX en el continente; es una revolución que es homologable a otras dos que comenzaron en el mundo; como fue la revolución de China iniciada en 1911 y que conmocionó a toda el Asia y la revolución de 1917 en Rusia que sacudió a toda Europa y las corrientes radicales de muchas ciudades del mundo”.

H.- Doctor, desde cuándo inició esta investigación y qué otros proyectos ha desarrollado?
RBM.-“Mencionaré un antecedente de la investigación actual. Un artículo publicado en 1982, que fue originalmente para una ponencia en el primer evento sobre los ecos de la revolución mexicana en América Latina realizado en Michoacán. Luego vinieron tres artículos más sobre exiliados sudamericanos que participaron en la revolución mexicana. He recuperado esta veta que en su momento refería los casos de Bolivia y el Perú, para profundizarla y extenderla a otros países. Coincide con la agenda académica del centenario de la Revolución Mexicana. Ello otorga un juego de oportunidad excepcional para investigar, debatir y publicar. Tenemos proyectadas tres obras. Dos de carácter antológico documental precedidas de un estudio crítico y un libro orgánico sobre el tema en cuestión.
El año pasado culminamos otro proyecto de índole muy distinta, se estudiaron algunas expresiones de las llamadas “culturas sensibles”, fue algo muy cercano a Cuernavaca y su hinterland (territorio o área de influencia) norteño, me refiero a la zona que va de Santa María Ahuacatitlán hasta los diversos asentamientos del municipio de Huitzilac”.

H.- ¿Qué son las culturas sensibles?
RBM.-“Se refiere a la relación entre las matrices y repertorios culturales que poseemos y su manera de modelar y valorar nuestra percepción del entorno y la interacción social. Percibimos la identidad del otro o la nuestra, o la del lugar o la de los oficios, o la de determinado tipo de eventos, ceremonializados o ritualizados. Cuando uno participa en un ritual, cerrado, colectivo o multitudinario, no solamente hay un despliegue de símbolos o de fases para desarrollarlos entre quienes ofician el ritual o quienes participan de muchos modos en su proceso, entrando en juego muchos elementos que son estímulos sensoriales. Por ejemplo, sin salirme del tema del olor, recordáremos que durante un periodo de la historia de Cuernavaca, los habitantes se adscribían como guayabitas”.

H.- Doctor, ¿con base a qué se asociaba el olor de los cuernavacenses al de los guayabos?
RBM.- “A los cultivos de guayaba, no solo era actividad de algunos agricultores, sino que estaban presentes en muchos jardines. Y era tan importante, tan significativo el olor de la guayaba, que el olor del fruto, al impregnar al lugar y en cierto modo a sus habitantes, devenía en un marcador identitario. Un fuereño capitalino, muchas veces podía identificar al que venía de Cuernavaca. La impregnación del viajero es relativa en tiempo, pero olfativamente perceptible en el primer día. El ciclo de maduración del fruto dotaba a su entorno, lugares y personas de esta impregnación aromática ineludible. El olor refería identidad y fue precedido por otro marcador aromático durante el largo ciclo de hegemonía cañera, el de los ingenios azucareros. Si yo era de esta zona y por añadidura estaba vinculado a algún ámbito de la producción y circulación de los productos de la caña podía diferenciar matices aromáticos. En contraste, a un foráneo olía todo a caña, pero si uno está culturalmente identificado en estos escenarios y procesos donde la caña es importante, puede diferenciar olores y a través de ellos reconocer lugares, reconocer prácticas. Esto forma parte del anudamiento entre percepción y cultura”.

H.-¿Cómo es que cambia esta relación entre percepción y cultura?
RBM.- “Porque a veces las personas piensan que todos percibimos lo mismo y no es así, y no me refiero a minusvalías perceptivas si al conjunto heterogéneo de actores que se sitúan dentro de los rangos de la normalidad. Ellos, por los valores aprendidos, vía la socialización familiar, barrial, urbana o pueblerina, seleccionan y jerarquizan, prefieren y rechazan ciertos objetos, productos o personas. Podemos percibir y valorar fragancias agradables o valorar negativamente y rechazar olores fétidos, desagradables. Algunos poseen cargas religiosas cristianas: el olor a azufre “huele a diablos”. Pero hay otras maneras de referir el olor que son más complicadas, donde la metáfora del olor puede referir más que una percepción una visión profunda de las cosas, una representación culturalmente fuerte y obvia. Por ejemplo, cuando dicen que ´huele a madres´, reproducen la carga negativa de feminizar o maternizar el olor. En contraste, si dicen que ´huele padre´ significa que huele bien, reproduciendo la discusión del canon patriarcal de la cultura mexicana. La mitologización oral del olor materno o paterno clasifica y valora olores contrapuestos. ”

H.- Doctor entiendo que con este tema usted analizó además de los olores, los sonidos y lo visual en tres comunidades morelenses, ¿qué hallazgos importantes encontró?
RBM.- “Exacto. Por poner un ejemplo de la percepción visual, recuerdo conversando con personas de Huitzilac, de Santa María Ahuacatitlán y de Tepoztlán en Morelos, pobladores de familias tradicionales, que veían un determinado objeto o un color que yo no veía, había una manera distinta de establecer distinciones entre el celeste, el verde y el azul; y si hablábamos de piedras, que fue el motivo de diferenciación de la escala cromática encontramos que estábamos refiriéndonos al mismo objeto cromático, solo que percibíamos y nombrábamos colores no coincidentes. Ello no afecta a colores básicos universalmente distinguibles como el rojo, el negro o el blanco. ¿Por qué percibimos colores distintos? Aquí entran en materia de las claves culturales las cuales fueron hechas para diferenciar. En lo sonoro también entra en juego, esto lo saben muy bien los musicólogos, por ejemplo, las escalas musicales en las tradiciones indígenas; que conllevan a características que hacen referente a sus modos de trabajar el ritmo, lo melódico, la formación de una canción ritual o de música festiva, eso muestra matices culturales. Por otra parte, estudiando los olores, cuando yo quiero describir un aroma ¿a qué huele un perfume? Existe una gran heterogeneidad en las preferencias, tú hoy día utilizaste un perfume y con ello puedes imaginar las características de las personas por su olor, pero si me exiges más podría decir si el perfume es suave, fresco dando ese adjetivo, pero el despliegue de términos para este juego de percepción de lo sensible es acotado, no es muy grande, en cambio la capacidad de despliegue de imágenes, de palabras para describir la percepción visual es realmente abrumadora, lo cual es compatible con las preferencias de la modernidad”.

H.- ¿Con qué tiene que ver el ruido?
RBM.- “Con la contaminación sonora, pero muchos jóvenes, en este juego de ruido y música, rompen el patrón de lo tolerable para el organismo y entonces tienen que escuchar en la disco o en el coche niveles de música muy elevados de percepción auditiva. ¿Qué genera esto? Afecta el patrón de comunicación y tienen que recurrir a otras vías, desarrollar la gestualidad por ejemplo.
En la parte sonora, tú no necesitas ver para identificar un actor social. La percepción auditiva me indica un sonido ‘acerado’, yo así lo describo, y lo vinculo al afilador de cuchillos y tijeras, a su tradicional silbato. ¿Cómo describirías a este silbato que es muy especial?, no es confundible con aquel sonido de aquel que vende helados. Aunque no estén al alcance de mi vista puedo sonoramente diferenciarlos”.

H.- Doctor Melgar, ¿es cultural la percepción de los olores?.
RBM.-“ Así es. El arte amatoria francesa recomienda no bañarse todos los días, porque en el cuerpo de la pareja se puede percibir diversos aromas. Entrevistaba a un albañil morelense con respecto al olor de la pareja, le pregunté cuál es el olor natural de su pareja que más le interesa y le atrae y sin titubear me contestó que lo primero que le huele es la región superior a la frente, la línea del cráneo que coincide con el área motora. Oler dicha zona era un acto de traducción olfativa del cuerpo femenino. El dijo que él olía encima de la cabeza, que para él eso era decisivo, que ya no necesitaba palabras para saber si habría ligue o no. Presuponía para tal efecto, una práctica cultural permisiva, un baile, no cualquiera, aquél que permite dicha cercanía. El dice que ahí esta la parte de referencia, si hay química, si hay atracción y eso es parte de lo que sabían sus hermanos y sus papás. Otro informante, comentó que dicho descriptor lo aprendió en un burdel de Cuautla.
Otro capítulo de la modernidad nos remite a la represión cultural de la percepción olfativa, pues se ha llevado adelante un gran proyecto de deodorización, de eliminación de olores. Durante la segunda mitad del siglo XIX y, yo diría que hasta la década de los 70 del siglo XX de manera sistemática se apostó por eliminar olores, se crean muchos productos para absorber y eliminar olores, hay aerosoles deodorizantes.
Las imágenes sagradas fueron puestas por dogma para que las tocaran y las olieran, el olor a santidad es una vieja frase de tiempos más arcaicos de la tradición cristiana. Después lo ideal era valorar lo inodoro, la limpieza, el olor corporal fue reprimido a través de una práctica que no era frecuente que se modernizó al práctica del baño dando un retoque con aroma artificial del estrato social al que uno pertenezca”.

H.- ¿En este siglo XXI se incrementa la deodorización?
RBM.- “Yo digo que entró en crisis. Ahora más bien se quedó atrás la camisa represiva de la represión de olores, salvo los llamados nauseabundos. A fines del siglo XX se dio un desarrollo perceptivo de los aromas que va a encontrar una cultura más receptiva y más interesada en entender sus posibilidades. Las últimas tres décadas del siglo XX comenzaron gracias al desarrollo de la química a ofertar aromatizantes en diferentes presentaciones para casas y ahora viene un juego de mudanzas o alternancias de la aromatización. Hay interés creciente en el análisis de las feromonas para generar fragancias especiales, explotando las expectativas hedonistas de los consumos corporales “.

H.- Algo más que desee agregar
RBM.- “Felicitarlos por la revista, es valioso su esfuerzo por mostrar el trabajo de los investigadores, lo que qué hacen en Morelos aunque no trabajen en instituciones morelenses. Existe una cantidad realmente impresionante de científicos, intelectuales y artistas que radican en Morelos desvinculados del campo intelectual estatal por la inexistencia de política de convocatorias académicas más amplias que los atraigan para reanimar los pocos espacios que existen en el Estado. Sería interesante que esta comunidad sea visible. Los antropólogos utilizamos una técnica que también usan algunos periodistas o personas que hacen entrevistas que se llama la bolita de nieve nos abre el juego a otros dos o tres y estos nos abren un puente con otros dos o tres colegas y por esa vía esa comunidad que aparece invisible aparezca en las páginas de Hypatia”.