Revista de Divulgación Científico-Tecnológica del Gobierno del Estado de Morelos

Violencia sexual infantil

Hablar de abuso sexual infantil es remitirnos a un tipo de violencia dirigida a una población altamente vulnerable: los niños. Por eso mismo muchas veces en un afán de proteger su integridad las familias optan por mantenerlo en silencio, en no denunciar los hechos para que su hijo no sea señalado por la sociedad, para evitar victimizar más al menor o simplemente por la vergüenza que les genera a muchas familias admitir el hecho de que un niño fue víctima de abuso por parte de algún miembro de la misma familia.
Esto, contrario a lo que se cree no minimiza el suceso ni sus consecuencias, por el contrario tiende a empeorar la situación, debido a que al no existir una denuncia muchas de las veces no existe tampoco un tratamiento psicológico que ayude al menor a sanar las heridas emocionales que deja un hecho tan violento a su corta edad.
Para tener una idea más clara de lo que se considera abuso sexual haremos referencia a todo tipo de experiencia sexual que incluya desde caricias hasta coito vaginal, anal u oral, asimismo se incluye el mostrar material audiovisual o gráfico de contenido sexual, exponer los genitales y masturbarse enfrente de niños y adolescentes hasta los 18 años de edad, por parte de cualquier persona adulta ajena o no a la familia, considerando también el criterio de que la víctima sea 5 años menor que el abusador o en el caso de que la diferencia de edad sea menor, se considerará abuso sexual cuando la víctima no haya deseado el incidente.

Cambios en la conducta, un síntoma de abuso sexual

Cuando un niño es víctima de abuso sexual su conducta cambia, y aunque estos cambios se manifiestan de diferentes formas según la gravedad del suceso, la personalidad del niño y el contexto en el que suceden, hay características o síntomas definidos que se han encontrado según la edad en la que ocurre el abuso. En los niños de edad preescolar es común encontrar síntomas de ansiedad, pesadillas recurrentes, estrés postraumático, conducta sexualmente inapropiada y comportamientos persistentes de agresión. De esta forma encontramos niños que se muerden y/o comen las uñas, se muerden el dorso de la mano, despiertan por las noches en medio del llanto y no quieren volver a dormir, algunos niños pueden llegar a levantarles la falda a sus compañeras de escuela, espiarlas en los baños, exhibir sus genitales e incluso llegar a realizar tocamientos a sus compañeros, otro tipo de conducta es la agresión, niños que antes del suceso eran dóciles y tranquilos comienzan a golpear a compañeros de escuela, mostrar actitudes hostiles hacia otras personas, sobre todo si son del mismo género del agresor. Todas estas conductas, pueden tratar de justificarse diciendo que están en una edad en la que los berrinches y malos modos son cosas propias de la edad, sobre todo cuando se desconoce que el menor ha sido abusado sexualmente.

Cuando estos síntomas de abuso sexual no son atendidos en la infancia, van a ir tomando diversas formas con el paso del tiempo, de ahí que muchas veces se crea que los síntomas han desaparecido y que por lo tanto el menor ha superado el evento traumático y no es necesaria la intervención de ningún especialista.
El problema es que los síntomas no desaparecen, solo cambian, y entonces los ahora adolescentes presentan conductas como masturbarse excesivamente, comienzan a presentar problemas con su autoimagen que pueden derivar en desórdenes alimenticios como anorexia o bulimia, por citar los más comunes, baja autoestima, problemas de identidad, depresión, huidas de casa, conductas autodestructivas tales como causarse cortes, consumo de alcohol o drogas y dificultades para vincularse afectivamente con una pareja.
Este tipo de conductas parecieran comunes de la adolescencia, por lo cual, muchas veces no son tomadas en cuenta, y se piensa que lo único que necesitan es madurar y que con el tiempo desaparecerán. Sin embargo, en estos casos en donde existió un abuso sexual en la infancia, los síntomas seguirán mutando, cambiando una conducta inadecuada por otra.
Varios estudios clínicos describen problemas sexuales en adultos que fueron víctimas de abuso sexual cuando eran niños que pueden ir desde una inhibición y bajo deseo sexual hasta promiscuidad y actividad sexual compulsiva, exhibicionismo e incluso en algunos casos agresiones de tipo sexual a niños o adultos.
Cabe destacar que no todas las víctimas de abuso sexual infantil repiten forzosamente el patrón convirtiéndose en agresores sexuales y que no todos los agresores sexuales tuvieron necesariamente sucesos de abuso sexual en la infancia.

Otro tipo de problemas que se manifiestan en la edad adulta son intentos de suicidio, aislamiento social, dificultades para establecer relaciones de confianza con adultos, poco control de impulsos, y un alto riesgo de sufrir victimizaciones posteriores, así como dificultades para la crianza de los hijos.

No se puede tapar el sol con un dedo

Como podemos darnos cuenta son muchos los efectos conductuales que deja el abuso sexual en la infancia y estos tienden a volverse más graves con el paso del tiempo si no hay una correcta intervención psicológica, por lo cual es sumamente importante mantener canales abiertos de comunicación con los niños y fomentar un ambiente de confianza que les permita expresar cualquier tipo de suceso de abuso; sin embargo, lo más importante es recordar que no se puede tapar el sol con un dedo y que ignorar el incidente no va a generar ningún beneficio para la víctima, ni va a evitarle sufrimientos, por lo cual la prioridad siempre es buscar atención psicológica para el niño que le permita crecer y desarrollarse de manera sana en su vida adulta.


 

ºPsic. Rosa Alejandra Padilla Coral / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Asociación de Recursos para el Desarrollo Humano Integral (ARDEHI), S.C., Puebla.