Revista de Divulgación Científico-Tecnológica del Gobierno del Estado de Morelos

Notas

Origen de la Astronomía Prehispánica


Por:
Arqlgo. Marco Antonio Santos Ramírez
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INAH-Morelos

En Mesoamérica, tenemos regiones de una gran antigüedad cultural, y focos del desarrollo autóctono de la civilización en América. A fines del preclásico empezaron a cristalizarse procesos de desarrollo que llegaron a su florecimiento en el periodo clásico, que denotan el establecimiento de sociedades estratificadas, estados y confederaciones que mediante el intercambio comercial, la conquista militar y el tributo llegaron a dominar vastas extensiones del Centro, Sur, Suroeste y Este de México, y parte de Guatemala.

La actividad astronómica prehispánica era observación a simple vista, es decir los antiguos astrónomos basaban sus observaciones únicamente en lo que estaba al alcance de sus ojos trabajando con instrumentos simples. Por eso, las observaciones de las salidas y puestas del sol sobre el horizonte y la integración de la orientación de edificios y centros ceremoniales con el paisaje era un objetivo primordial en el mundo prehispánico.

Los Dioses y la Estructura del Universo


Todos los pueblos tienen su propia imagen del universo. Esta imagen, es un concepto que se va generando durante el largo devenir de la civilización. En el caso de Mesoamérica el eje rector del pensamiento cósmico era la dualidad. El hombre prehispánico era un observador constante de la naturaleza. El movimiento de los astros; el día y la noche; el cambio cíclico de una temporada de lluvias y de una de secas a lo largo de un año; el nacimiento y muerte de las plantas y del hombre mismo, eran fenómenos cíclicos que no pasaban desapercibidos. De allí que estas dualidades estuvieran presentes en toda su concepción del universo y se manifestaran en algunos de sus mitos primordiales.

La acción de los dioses dará por resultado la creación del calendario de 360 días más cinco días aciagos. El calendario se basaba en dos grandes ciclos: la temporada de secas y la de lluvias, dividida por festividades en honor al dios del fuego. Era la observación del movimiento del Sol, equinoccios y solsticios en relación con la temporada de lluvias en que todo nacía, y la temporada de secas en que todo muere. También existía el calendario ritual de 260 días que pensamos se relaciona más con el tiempo de gestación para que nazca el hombre y con las lunaciones. Diríamos que el calendario solar es masculino y el segundo femenino.

La estructura del universo es obra de estos dioses. Así vemos como se habla de tres partes constituyentes del universo: los niveles celestes, el inframundo, y de la tierra parte intermedia entre uno y otro.

En el caso del nivel celeste, el cual es el que nos ocupa, se concebía a partir de la tierra hacia arriba. Conocedores del movimiento de los astros y de fenómenos como la lluvia, los cometas, los relámpagos, etc., los pueblos mesoamericanos partían de ese conocimiento para plantear, con base en ello, los trece cielos de su cosmovisión.

Toda idea del universo parte de la observación de la naturaleza. El hombre mesoamericano vivía inmerso en un mundo cambiante y sus propios mitos surgen de la apreciación de estos ciclos que se manifestaban a través de luchas entre los dioses mismos.

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