Por: M.C. María del Consuelo Valverde Prado
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En 1899 varios astrónomos de la época habían predicho una espectacular tormenta de meteoros que provocó que millones de personas salieran y observaran a lo que se denominó la tormenta del siglo; sin embargo, lo que aquellos curiosos vieron simplemente no fue lo que esperaban. Las llamadas Leonidas de ese año, una lluvia de meteoros que deben su nombre a que parece ser radiada desde la constelación de Leo, sólo revelaron que los hombres de ciencia de esa época realizaban sus cálculos y mediciones de manera rudimentaria. Al respecto, el también astrónomo Charles Olivier escribió: “Fue el peor golpe sufrido por la astronomía a la luz pública”.
Cien años después, de nueva cuenta los estudiosos del cosmos predecían las Leonidas de una manera que no podría avergonzarlos. Miles de estrellas fugaces aparecieron sobre Europa y Medio Oriente justo a tiempo, los espectadores se sorprendieron al ver que la tormenta llegaba a su cúspide el día 18 de noviembre dentro de los 5 minutos del máximo esperado.
Es así como las predicciones de las Leonidas han mejorado notablemente en los últimos años, bajo el uso de computadoras se tiene mayor precisión de sus características que incluyen modelar las órbitas de las colas de sus cometas además de que revelan cuando pasara la Tierra a través de las nubes de polvo ocasionadas por las explosiones de dicho fenómeno.
Pero ¿Qué son las Leonidas? Son meteoros, conocidos comúnmente como estrellas fugaces, y cuyo tamaño típico va desde un grano de arena hasta el de un chícharo pesando alrededor de 10-4 gramos. Los meteoros son rápidos y dejan mucha estela de polvo brillante, entran a la atmósfera terrestre viajando a velocidades cercanas a los 100,000 Km./h que es muy superior a lo que jet’s veloces alcanzan (1,360 Km./h) o lo que registra una nave espacial en órbita (12,400 Km./h.).
Imagen activaLa mayoría, si no es que todas las lluvias de meteoros, son producidas por cometas; en el caso de las Leonidas el cometa padre -conocido como Tempel-Tuttle- aparece en el cielo cada 33 años. Los cometas están compuestos de hielo y polvo, por lo que cada vez que se aproximan al sol comienzan a derretirse y liberar el polvo.
Entre el 17 y 18 de noviembre, la Tierra cruza la órbita del cometa Tempel-Tuttle y las Leonidas se hacen visibles; un observador con cielos obscuros o claros puede ver de 10 a 15 Leónidas cada hora. En febrero de 1998 el cometa Tempel-Tuttle pasó más cerca del Sol, por lo que se esperó que en los años subsecuentes se produjeran espectaculares tormentas de meteoros.
Aun cuando hay más elementos para predecir con exactitud falta mucho por hacer. Por ejemplo, este año cuatro equipos independientes de astrónomos -utilizando cada uno métodos asistidos por computadoras- emitieron predicciones sobre las Leonidas en donde todos coincidieron en que la actividad de la tormenta llegaría a su clímax el 18 de noviembre, sin embargo difirieron en las preguntas básicas como ¿Cuándo? ¿Dónde? y ¿Qué tan grandes?
Para el avistamiento de este año solo fue necesario estar en una posición cómoda alejado de la contaminación luminosa. En Morelos, la Coordinación General de Modernización y Desarrollo Científico-Tecnológico optó por organizar la observación de las Leonidas en la zona arqueológica de Xochicalco, ahí asistieron más de 400 personas entre las que se encontraban notables miembros de la comunidad científica morelense, del gobierno federal y estatal, profesores, estudiantes, jóvenes, abuelos, adultos y niños. La noche se caracterizó por un ambiente familiar, donde la oscuridad y el frío fueron parte del escenario que con buena visibilidad permitió ver una lluvia de entre 60 y mil 500 objetos fugaces cada hora, intensificándose entre las 4:00 y 5:00 horas. Los espectadores, trasnochados y desmarañados, se deleitaron con este espectáculo celeste en un lugar histórico, acentuándose la lluvia de estrellas alrededor de las 4:30 horas, cuando la constelación Leo se encontraba casi en el cenit de Morelos, pudiéndose ver varias estrellas entrando a la atmósfera terrestre al mismo tiempo.
¡Viste esa!, ¡viste esa!, decía María Isabel de 6 años de edad, cuyo asombro pudo más que su sueño y quien contó 120 estrellas al final de la jornada.