La carne de res es el alimento con mayor huella ambiental y el que genera una mayor cantidad de gases de efecto invernadero; es por ello que el aumento a nivel mundial en el consumo y producción de carne de res tiene a científicos y conservacionistas preocupados. Lo que hace unas décadas era un platillo para ocasiones especiales, se ha convertido en un alimento de todos los días.
El aumento en el consumo y producción de carne es el resultado de diferentes circunstancias. La primera, el incremento en la población, ya que cada vez somos más personas en este planeta. La segunda, el incremento en los ingresos de las personas en muchos países en vías de desarrollo; esto les permite consumir este alimento con mayor frecuencia y en mayor cantidad. La tercera, la reducción en el costo de la producción y del precio de la carne, resultado de varios factores: las técnicas de refrigeración que permiten transportar los alimentos a grandes distancias; el transporte a través de países y continentes; los subsidios que ofrecen los gobiernos a la industria ganadera para comprar animales y alimento a bajo costo; la producción en corrales que permiten un mayor número de animales en un menor espacio y la reducción en los precios de los granos que son parte de la alimentación del ganado.
México ocupa a nivel mundial el séptimo lugar en producción de carne y el quinto lugar en su consumo. Los mexicanos comemos en promedio 65 kg de carne al año, de los cuales 31.4 kg son de pollo, 18.8 kg de cerdo y 17.8 kg son res, sin embargo, a pesar de que consumimos más pollo que res, la cantidad de recursos y el impacto que tiene ésta es mucho mayor al de los otros tipos de carne. La producción de carne de res contribuye a problemas como la deforestación, pérdida de hábitat y biodiversidad, degradación de suelos, contaminación de suelo y agua, y generación de gases de efecto invernadero. Estos efectos son, principalmente, el resultado de la conversión de tierra para producir pastura o alimento para el ganado.
Para producir carne de res se utilizan pasturas, granos y cereales, lo que acelera la ganancia de peso en los animales y disminuye el tiempo adecuado para ser sacrificados. Las tierras dedicadas a alimentar al ganado por medio de pastoreo ocupan 25 % de la superficie total de tierra del planeta; además, los cultivos de alimento para estos animales usan 70 % de la tierra cultivada a nivel global.
En México, 56 % de la superficie nacional está dedicada a la ganadería, lo que ha provocado la fragmentación y degradación de diversos ecosistemas, principalmente las selvas. El sureste mexicano ha perdido gran parte de su cubierta vegetal para abrir pasturas para el ganado. Otro ejemplo es lo que ocurre en Brasil, donde los cultivos de soya para alimentar a las vacas han reemplazado miles de hectáreas de la selva amazónica.
Tristemente, al desaparecer la vegetación perdemos, además, a miles de especies que habitan en ella. La tala y quema de selvas, bosques y otros tipos de vegetación para abrir espacios a la agricultura libera enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. Aunado a esto, tenemos que las reses, ya sea a través de su digestión o por su estiércol, producen metano, un gas importante en términos de calentamiento global, ya que tiene un impacto 34 veces mayor que el dióxido de carbono; y por si fuera poco, la refrigeración, almacenamiento y transporte, tanto de animales vivos como de carne a través de grandes distancias, son otra fuente de gases de efecto invernadero.
Otro problema asociado con la producción de carne es la cantidad de agua que se usa para cultivar el alimento y para hidratar a los animales e incluso la que se contamina al limpiar los corrales. Esta cantidad de agua varía dependiendo del tipo de carne, pero se estima que para producir un kilo de carne de res se requieren 15,000 litros de agua, comparado con 5,998 litros de 1 kg de carne de cerdo o 4,325 litros de 1 kg de pollo. Una hamburguesa se puede hacer con carne de cerdo y muchos de los platillos de la comida mexicana pueden prepararse con pollo o incluso pavo y hacerlos más sustentables.
Como hemos visto, el costo ambiental de la carne de res es mucho mayor que el de otros tipos de carne. Las dos formas personales más efectivas de reducir el cambio climático son evitar los viajes en avión y reducir la cantidad de carne de res que se consume. Como consumidores, podemos colaborar al modificar nuestra dieta y nuestros hábitos de consumo.
Una dieta con menos carne y más productos vegetales es más sana y sustentable. Si queremos tener una dieta con un menor impacto ambiental es mejor dejar la carne de res sólo para ocasiones especiales.
M. en C. Patricia Manzano Fischer | Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Instituto de Ecología | Universidad Nacional Autónoma de México