Revista de Divulgación Científico-Tecnológica del Gobierno del Estado de Morelos

SUMISIÓN Y SUBVERSIÓN. EL LEGADO ZAPATISTA Y EL MOVIMIENTO JARAMILLISTA DE MORELOS

Jaramillo


Este artículo analiza la primera etapa del movimiento jaramillista, de dónde nace la inconformidad de los viejos zapatistas que se alzan en armas a principios de los años cuarenta del siglo XX, buscando hacer realidad los postulados de la revolución agraria que encabezó el General Emiliano Zapata y que fue traicionada prácticamente desde que la Revolución tomó el poder. Aborda la forma en que se construyó una nueva oligarquía y como Rubén Jaramillo organizó a los campesinos para combatirla.

En su obra clásica La Revolución interrumpida, Adolfo Gilly recupera una anécdota del periodista Carleton Beals publicada en Nueva York en 1923: Cuando Álvaro Obregón entró a la Ciudad de México con su ejército revolucionario, el periodista preguntó a “un rudo zapatista, apenas llegado de las montañas, qué quería su pueblo. Su respuesta restalló como un látigo, grabada sin duda en su ánimo por diez años de lucha guerrillera: Tierra, agua y escuelas.”
Para los zapatistas, que perdieron la guerra y pactaron con Álvaro Obregón, el gran vencedor de la Revolución mexicana para “salvar lo salvable”, significó también un “repliegue profundo de su revolución”. En los pueblos sin embargo, los combatientes continuaron tercamente buscando la justicia. De acuerdo con Arturo Warman, en ese período, “el zapatismo no había ganado la guerra, mucho menos la revolución. La muerte de Zapata fue para muchos el epitafio del ejército del sur. Sin rendirse, sin traicionar y hasta sin entregar las armas al enemigo, los combatientes volvieron poco a poco a sus pueblos derruidos. Solo los más persistentes, apenas un puñado siguieron levantados después de la muerte de Zapata”.

1 Adolfo Gilly, El cardenismo. Una utopía mexicana, Cal y Arena, México, 1994, p. 354.
2 Gilly, El  cardenismo, p. 354.
3 Arturo Warman, …Y venimos a contradecir. Los campesinos de Morelos y el Estado Nacional, Secretaría de Educación Pública, México, 1988, p.50

En Morelos, con el constitucionalismo triunfante, la revolución no había logrado destruir a la vieja oligarquía y los hacendados se movían a su gusto y mejor que nadie. Lograron desde finales de 1919 “apenas unos meses después de la muerte de Zapata, la restitución incondicional de sus propiedades e hicieron milagros de coordinación política y renacieron como grupos de presión […] hicieron prodigios financieros y técnicos, en base a los cuales estaba la reanudación del peonaje y la aparcería […] . Nació así una nueva oligarquía: el Estado y los caciques regionales suplieron la relación clientelar y de sometimiento que la hacienda como institución mantuvo en el porfiriato. Después de la lucha armada, el nuevo Estado revolucionario volvió a la “normalidad”.
Posteriormente, en 1927, cuando el Estado mexicano suspendió el reparto agrario, en Morelos algunos excombatientes zapatistas, entre ellos Rubén Jaramillo, cuestionaron el hecho de que la distribución de la tierra al campesinado no había solucionado el problema de la miseria con la que estos sobrevivían. En una asamblea con los miembros de la Asociación de Crédito Agrícola de Tlaquiltenango, les dijo a los campesinos de la región:

Compañeros, los hemos convocado a esta pequeña junta con el fin de hacerles ver la triste condición con que vivimos y a la cual creemos de justicia ponerle fin. Todos los aquí presentes hemos recibido un pedazo de tierra para que, trabajándola y con su producto, podamos vivir con holgura, pero por desgracia nadie de nosotros se siente feliz con la tierra por el hecho de no tener recursos indispensables para trabajarla y hacerla producir como es necesario. Es una verdadera lástima ver nuestros campos tan fértiles y sin rendir frutos para sustentarnos a nosotros y a nuestras familias, y lo poco que rinden nos lo arrebatan, a precios irrisorios y de hambre, acaparadores criollos y extranjeros con lo cual se enriquecen ellos y nos empobrecemos nosotros. Ustedes ven como nuestro arroz es tan barato, a tal grado que en honor a la verdad ya no es costeable su cultivo, y con esos precios tan mezquinos no es posible que nuestra vida económica pueda mejorar, se empobrecerán las tierras y nosotros con ellas y nunca remediaremos nuestra condición de hambrientos, y no hay razón para que siendo poseedores de tan buenas tierras seamos unos miserables […] Nuestro pueblo que tiene una bonita historia revolucionaria debe ser un verdadero ejemplo de progreso y símbolo de libertad, pero eso solo lo podremos lograr cuando por la buena o por la mala rompamos las cadenas de hambre y de miseria en que hoy nos tienen los explotadores de nuestro trabajo.

Según Jaramillo, después de la revolución el campesinado continuaba engrosando las filas de los miserables. La tierra era también un instrumento al que deberían ser incorporados otros elementos como la capitalización y la modernización para que el sueño zapatista “de ejercer el poder, cambiar la sociedad y reorganizar a la nación” fuera realidad. Pero la organización del campesinado resultó insuficiente y las armas tuvieron que ser desempolvadas, pues de otra forma “no había garantías”. En el estado de Morelos, hubo rebeliones contra la Escuela Socialista (en Tetela del Volcán), de apoyo al movimiento cristero (la de Jonacatepec y Huitzilac), la Bola chiquita como se conoció al movimiento armado que apareció en el oriente de Morelos en oposición al servicio militar obligatorio, pero también operaban en la región bandas de mercenarios a sueldo como las de “El Polilla” y “El Tallarín”.

4 Warman, Arturo Warman, …Y venimos a contradecir…, p.124
5 Warman, Arturo Warman, …Y venimos a contradecir…,p. 148
6 Jaramillo, Rubén M., Autobiografía. La Matanza de Xochicalco, Froylán Manjarrez, Nuestro Tiempo, México, 1967, p. 24
7 Adolfo Gilly, El cardenismo, p. 187
8 En Morelos algunos se lanzaron a la rebelión durante el cardenismo. El más destacado fue el Tallarín, que operó en el oriente de Morelos. Se trataba de Enrique Rodríguez, veterano zapatista que estuvo levantado entre 1935 y 1938 con la segunda cristiada […] Acaso hubo otros tallarines antes que Rodríguez, nombre que se aplicaba genéricamente a todos los alzados entre 1920 y 1942, pero su memoria y sus demandas se han perdido. También se llamó Tallarines a los rebeldes de la tierra templada que se fueron con la bola chiquita para defender sus garantías”.. Teodomiro Ortiz, El Polilla fue también un ex combatiente zapatista que se convirtió en mercenario a sueldo del gobierno del estado en turno y sirvió a los gerentes del ingenio Emiliano Zapata de Zacatepec. cfr. Arturo Warman, Y venimos a contradecir. pp. 210-211.


Como mencioné, hacia 1927 en Morelos ya se había conformado una nueva elite económica y política compuesta por caciques que tenían su origen ahora en la burocracia revolucionaria, o bien eran orgullosos herederos del esplendor porfiriano que la revolución quiso, sin éxito, desmantelar. En su obra clásica “Los Jaramillistas”, Renato Ravelo afirma que en el estado de Morelos, después de la revolución,

[…] la mayoría de los zapatistas retornaron a sus trabajos de campo, escondieron o entregaron sus fusiles, tomaron el arado, cultivaron sus tierras y pronto, después de las primeras cosechas, surgieron los nuevos enemigos: ya no fueron los hacendados azucareros sino gentes con capital que compraban las cosechas, practicaban el agio, controlaban el comercio y acaparaban tierras, estos ricos tramaron alianzas con una multitud de políticos surgidos de la Revolución, para juntos dominar además de la agricultura el gobierno y la riqueza pública del estado de Morelos .

Precisamente, ante esa nueva estructura oligárquica Rubén Jaramillo opuso la organización de los campesinos pobres. Su primer ensayo lo constituyó una cooperativa de productores de arroz, que buscaba contrarrestar las condiciones de explotación extremas en que los acaparadores y dueños de los molinos de arroz habían sumido a los campesinos. Posteriormente, impulsó la construcción de un ingenio azucarero que en el marco del auge de la agricultura comercial, proporcionaría a los campesinos con tierra una fuente segura de sustento y a los que no la tenían, un empleo con “todas las garantías”.
Rubén Jaramillo encarnaba a los campesinos en el sentido que lo plantea James C. Scott, él ritualizaba el discurso público dominante y hablaba a nombre de los demás; él decía la verdad al poder y por eso para muchos se convirtió en una especie de héroe; a lo largo de los años, él representó al personaje carismático que decía la verdad al poder. Jaramillo aparece entonces, como en el relato de la Señora Poyser ante el señor feudal que cita Scott en su obra Dominación y artes de la resistencia, en el que le expresa su desprecio a nombre de los demás por los actos de opresión que se realizaban en contra de los que eran como ella. Así, Jaramillo se caracterizó por constituirse en una especie de resorte o muro de contención entre dominantes y dominados. Su mediación contuvo y alentó, indistintamente, la negociación o la ruptura. Sobre él descansaban las relaciones de poder entre el gobierno y una gran parte del campesinado morelense. El riesgo de la ruptura siempre estuvo latente… él también lo encarnó a nombre de los demás.
La leyenda de Rubén Jaramillo que tejieron los campesinos que lo seguían puede explicarse a partir de ahí. Tal como con la señora Poyser, él hacía público lo oculto, él mediaba, pero también encaraba y ahí radicaba su legitimidad hacia arriba y hacia abajo. Las movilizaciones que encabezaban eran así, vistas con simpatía entre los campesinos pobres y con una mezcla de respeto y desprecio por parte de los poderosos. La épica en que muchos campesinos pobres convirtieron su vida, constituía la redención de los oprimidos, desde ahí, como ocurrió con la señora Poyser de Scott, se empezó a construir el mito.

Para saber más

Gilly, Adolfo El cardenismo. Una utopía mexicana, Cal y Arena, México, 1994.

Jaramillo, Rubén M., Autobiografía. La Matanza de Xochicalco, Froylán Manjarrez, Nuestro Tiempo, México, 1967.

Ravelo, Renato, Los Jaramillistas, Nuestro Tiempo, México, 1984.

Scott, James C Los dominados y el arte de la resistencia, Era, México, 2000.

Warman, Arturo, Y venimos a contradecir. Los campesinos de Morelos y el Estado Nacional, Secretaría de Educación Pública, México, 1988.

 


Dra. Aura Hernández Hernández / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Casa de la Cultura Jurídica, Suprema Corte de Justicia de la Nación