Figura 1. Representación de la Era Paleozoica, (autor: Masato Hattori).
Hace 430 millones de años, los primeros alacranes se aventuraron a la tierra firme. Nuestro antepasado en aquel momento no era más que un pez acorazado al que más de 400 millones de años de evolución llevaron a lo que somos hoy (figura 1). Los alacranes, que cuentan con una morfología y una biología tan eficientes que no ha cambiado a lo largo del tiempo, desarrollaron potentes venenos que les facilitaron la captura y digestión de sus presas, así como la disuasión de sus depredadores y competidores. Se convirtieron en verdaderas fábricas farmacéuticas, productoras de cientos de compuestos biológicos con diversas actividades.
Veneno complejo y metabólicamente costoso
El veneno de los alacranes es una mezcla compleja de diferentes moléculas, por lo que su regeneración es un proceso tardado. Esto se demostró en un proyecto de investigación realizado en el Instituto de Biotecnología de la UNAM.
Se colectaron especímenes del alacrán negro de Morelos (Vaejovis mexicanus) y se les extrajo todo su veneno mediante electroestimulación (breves “toques” eléctricos de bajo voltaje que hacen que se libere el veneno) (figura 2). Se separaron los alacranes en grupos y se les volvió a “ordeñar” de 1 a 10 días después. Los venenos recuperados fueron inyectados cada uno en un grillo para observar su efecto. El grillo inyectado con veneno de la primera “ordeña” murió a los pocos minutos, como se esperaba. Los grillos inyectados con venenos de los días 1 al 5 no tuvieron síntomas. Los grillos con venenos de los días 6 y 7 se paralizaron, pero no murieron. El grillo inyectado con veneno del día 8 murió a las dos horas. Los grillos de los días 9 y 10 murieron a los pocos minutos. De esta forma se concluye que este alacrán tarda 8 días en regenerar un veneno capaz de matar a sus presas. En otros experimentos con especies tóxicas para humanos, se demostró que la potencia de los venenos contra mamíferos tarda hasta 13 días en recuperarse.
Esta información es relevante porque indica a los investigadores el tiempo que deben esperar entre “ordeñas” para trabajar con un veneno regenerado de buena calidad, permitiendo a los animales recuperarse; y, además, porque explicaría por qué hay historias de personas que no han sufrido efectos al ser picadas y otras sí.
A veces, cuando se experimenta una picadura de alacrán, se aconsejan remedios caseros que no son otra cosa más que mitos y leyendas. Recomendaciones tan extravagantes como beber refresco de cola con ajo, comerse al alacrán que picó, o hasta beber pipí de embarazada, todas ellas científicamente desacreditadas. No obstante, a muchas personas les han “funcionado” estas recomendaciones. ¿Por qué? En primer lugar, porque sólo una muy pequeña fracción de los alacranes posee un veneno que puede hacer daño a las personas. De las más de 280 especies que habitan en México, el país con mayor diversidad de alacranes en el mundo, sólo unas 10 son peligrosas para los humanos. La persona puede haber sido picada por una especie inocua y recuperarse sin dificultad. En segundo lugar, dadas las observaciones experimentales arriba descritas, el veneno es sumamente costoso y valioso para los alacranes, así que nunca utilizan el total de su veneno cuando pican, porque mientras no lo tienen disponible no pueden atrapar más presas y son vulnerables a los depredadores.
Está documentado que buena parte de las picaduras son “en seco” (no se inyecta veneno) o se inyecta una especie de pre-veneno que no contiene los componentes tóxicos, lo que reduce o elimina el envenenamiento y sus síntomas. Las personas emplean los métodos caseros y no sienten ningún efecto o éstos son leves, lo que atribuyen a la cura “milagrosa”, perpetuando los mitos. Es necesario educar a las personas para que busquen ayuda médica en casos de aparición de síntomas de intoxicación por picadura de alacrán (por ejemplo, sensación de pelos en la garganta y otros más graves), pues el único tratamiento que ha demostrado su efectividad ante el envenenamiento es el suero antialacránico, disponible en el sistema de salud mexicano y que ha salvado muchas vidas sin presentar reacciones adversas.
Figura 2. Vaejovis mexicanus, el alacrán negro de Morelos, (autor: Diego Barrales).
Importancia y conservación del alacrán
La diversidad de componentes del veneno de alacranes lo convierte en una fuente natural de moléculas valiosas con múltiples aplicaciones posibles. Las toxinas causantes del envenenamiento afectan canales iónicos de las membranas celulares, muchos de ellos responsables de la transmisión del impulso nervioso (por eso el veneno provoca la parálisis de las víctimas). Algunos están asociados a enfermedades, llamadas canalopatías, que pudieran ser tratadas con toxinas. En el veneno hay moléculas, como los péptidos antimicrobianos y otros compuestos antibióticos que podrían ayudarnos a combatir las infecciones.
Figura 3. La autora en el alacranario del Instituto de Biotecnología de la UNAM.
Por si fuera poco, los alacranes son depredadores naturales que regulan las poblaciones de otros artrópodos en los ecosistemas, muchos de ellos plagas dañinas si no se controlan.
Dada su importancia ecológica y potencial biotecnológico, es necesario proteger a los alacranes. Nosotros, descendientes de aquel pez acorazado que convivió con los primeros alacranes, podríamos provocar la siguiente extinción masiva y tendríamos el dudoso mérito de ser quienes convivimos con los últimos alacranes (figura 3).
Estefanía Quintero Rodríguez / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
M. en B. I. B. C. Jesús E. Rueda Almazán / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Colegio Morelos de Cuernavaca
Dr. Ernesto Ortiz Suri / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Instituto de Biotecnología / Universidad Nacional Autónoma de México