Dra. Araceli Barbosa Sánchez / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Centro de Investigación en Biodiversidad y Conservación de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Archivo: Educación Ambiental
Quizás uno de los aspectos que salta a la vista cuando se lee un artículo sobre temas ambientales, es la terminología empleada que utiliza conceptos que si bien son de uso común entre los especialistas, no lo son del todo claros para quienes no están familiarizados con ellos, como por ejemplo, los conceptos de transdisciplina y complejidad. Por tanto, a continuación se plantea una breve reflexión sobre el significado de estos conceptos dentro de la Educación Ambiental (EA).
Primeramente definiremos que el campo de la educación ambiental proporciona un conocimiento específico de las interacciones que los seres humanos establecen con su medio biofísico y cultural; su propósito es generar una conciencia individual y colectiva, que propicie conductas y competencias a favor de la diversidad y la conservación, concebida esta última como un conjunto de estrategias dinámicas de innovación y cambio de los procesos ambientales, económicos, culturales, políticos, sociales, etcétera, tendientes a salvaguardar la utilización racional de los recursos naturales. De ahí que la educación ambiental coadyuve en la construcción de una cultura para la sustentabilidad.
Precisamente el concepto de sustentabilidad alude a la necesidad de hacer un uso racional de los recursos. En el “Informe Nuestro Futuro Común” emitido por la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y el Desarrollo de 1987, se definió como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. A medida que ha transcurrido el tiempo el concepto se ha modificado, ampliado y enriquecido conforme a los aportes teóricos de diversas disciplinas involucradas en la resolución de la compleja problemática ambiental.
Ahora bien, para lograr la sustentabilidad en todos los ámbitos de la vida, se precisa la inclusión de la dimensión ambiental en todas las áreas del conocimiento, para generar una visión integral de las interacciones que los seres humanos establecen con su medio, así como de los procesos que determinan su conservación o degradación. De ahí que la labor de conservación de la biodiversidad, restauración, gestión y administración de los recursos, requiera de la convergencia de distintos saberes disciplinarios que articulen las ciencias naturales con las humanas.
Por tanto, la educación ambiental adquiere una perspectiva transdisciplinaria, esto es, que rebase los límites impuestos por las ciencias naturales, para promover un conocimiento multidimensional del ambiente, referido al ámbito social, cultural, económico, político, etcétera, es decir que contempla los diversos aspectos, que interactúan con las esferas del mundo de la vida.
Tal es la propuesta del filósofo francés Edgar Morin, al señalar la necesidad de promover la transversalización de la esfera ambiental en interrelación con otras disciplinas:
El hombre es un ser evidentemente biológico. Es, al mismo tiempo, un ser evidentemente cultural, meta-biológico y que vive en un universo de lenguaje, de ideas y de conciencia. Pero, a esas dos realidades, la realidad biológica y la realidad cultural el paradigma de la simplificación nos obliga ya sea a desunirlas, ya sea a reducir la más compleja a la menos compleja. Vamos entonces a estudiar al hombre biológico en el departamento de Biología, como un ser anatómico, fisiológico, etc., y vamos a estudiar al hombre cultural en los departamentos de ciencias humanas y sociales. Vamos a estudiar el cerebro como órgano biológico y vamos a estudiar al espíritu, the mind, como función o realidad psicológica. Olvidamos que uno no existe sin el otro; más aún, que uno es, al mismo tiempo, el otro, si bien son tratados con términos y conceptos diferentes.
En este sentido, la transversalización, alude a la tarea de activar una política educativa, que incorpore la educación ambiental en la currícula de toda institución de instrucción escolarizada.
Acorde con un enfoque transdisciplinario, la educación ambiental, asume el pensamiento complejo, que Edgar Morin define en los siguientes términos:
El pensamiento complejo aspira al conocimiento multidimensional. El pensamiento complejo está animado por una tensión permanente entre la aspiración a un saber no parcelado, no dividido, no reduccionista, y el reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento.
Esto significa que toda visión especializada es unidimensional, limitada, simplificante, parcial, pobre. Es necesario, que sea religada a otras áreas de conocimiento. Esta visión limitada, ha conducido a una tendencia reduccionista de la realidad, toda vez que es incapaz de concebir la conjunción de lo uno y lo múltiple “O unifica abstractamente anulando la diversidad o yuxtapone la diversidad sin concebir la unidad” Por tanto, la educación ambiental, requiere de un pensamiento complejo que lejos de reducir la conservación al campo disciplinario de las ciencias naturales, lo expanda y diversifique a partir de un pensamiento complejo.
Consecuentemente a la luz del pensamiento complejo, se impone la necesidad de transversalizar el conocimiento ambiental para activar una cultura que promueva la sustentabilidad, atendiendo a sus aspectos culturales, éticos, económicos, ecológicos, sociales, simbólicos, de género, etcétera.
En síntesis, la cristalización de una cultura sustentable se logrará en la medida que la educación ambiental promueva una conciencia dialógica de la conservación, entendida como un dialogo entre distintos saberes, y en función de una concepción sistémica de las interacciones que los individuos establecen con su medio, en convergencia con la dinámica de los ecosistemas del planeta. De ahí que la generación de un pensamiento complejo resulte esencial para la gestación de nuevas ideas, valores, representaciones, simbolizaciones, estrategias, y en fin, para idear otras formas de interacción con la naturaleza, conforme a una ética ambiental.
Es con base a un abordaje transdisciplinar que las líneas de investigación que realizo en el campo de la educación ambiental, plantean una visión integral y dialógica de la conservación, a partir del reconocimiento de la unidad diversa de la vida, constituida por genes, especies, ecosistemas, comunidades, así como de sus interrelaciones.
Así, acorde con la misión del Centro de Investigación en Biodiversidad y Conservación de la UAEM, que promueve la conservación de la biodiversidad del trópico seco de México, particularmente de la Cuenca del Río Balsas, y específicamente de la Reserva de Biosfera Sierra de Huautla (REBIOSH), se propone un paradigma de conservación sustentado en la educación ambiental como uno de los ejes rectores para transitar a la sustentabilidad de los recursos naturales. Asumiendo que toda política de conservación regional deviene concomitante de una política de educación ambiental basada en enfoque sistémico de la conservación planetaria.
Araceli Barbosa Sánchez, es egresada de la licenciatura en Historia de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, realizó estudios de doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) Nivel 1. Es profesora investigadora del Centro de Investigación en Biodiversidad y Conservación (CIByC) de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Desde una perspectiva transdisciplinaria sus investigaciones en el campo de la educación ambiental, se articulan a los estudios de género, la formación de valores para la sustentabilidad, así como del arte ambiental.