Cuando se es niño todo el tiempo se juega con el deseo de convertirse en superhéroe o en algún animal extraordinario. En mi caso, muchas veces jugué con la idea de ser un árbol, me preguntaba cuántas historias pude haber observado y cuántos atardeceres, lluvias, arcoíris y tempestades tuve que haber vivido. Mi curiosidad científica infantil comenzó con el asombro de encontrarme con dos gigantes inamovibles que vigilaban la puerta de mi casa.
Al transcurrir de los años, esos árboles majestuosos me acompañaban ofreciendo día a día: sombra, hojas, flores o semillas con las cuales podía jugar. Además de mirar constantemente a sus fieles inquilinos o visitantes como: aves, ardillas, colibríes, y las intrépidas hormigas que subían y bajaban constantemente con hojas acuestas.
Esa capacidad de asombro y observación que todo niño tiene y que muchas personas que viven en campo aún conservan, es lo que llamamos conocimiento empírico y que tomado de la mano con el conocimiento científico, conforma lo que conocemos como ciencia básica.
Entonces, ¿por qué es importante saber sobre los bosques, su dinámica, sus interacciones, su importancia biológica y la que muchas veces preocupa más al hombre: la importancia económica?
Los bosques proporcionan madera, una de las fuentes de energía y de materia prima más importante en el planeta, clave en el suministro de lo que hoy se denomina bienes y servicios ambientales, además juegan un papel importante en la naturaleza, y más en nuestro país donde son muy abundantes, de forma particular, los bosques templados: 94 especies de coníferas y 161 especies de encinos.
Los bosques a su vez repercuten en nuestras vidas. Todos los árboles protegen el suelo de la erosión con sus extensas raíces, regulan el ciclo hidrológico al favorecer la infiltración de agua en el suelo y la evaporación, haciendo menos catastróficas las inundaciones y hacen el clima menos variable bajo sus copas.
Nos protegen, mantienen la biodiversidad y aguantan bastante nuestras acciones desmedidas (presión ambiental antropogénica, es decir, por el hombre), es por ello que se consideran como un tesoro natural; y aunque parecieran recursos permanentes y renovables, no lo son, les cuesta muchísimo tiempo recuperar el terreno perdido.
Actualmente, los bosques no son valorados en su justa dimensión, en otras palabras, si un árbol tuviera WI-FI no dudaríamos en dormir al pie de sus raíces, así podrían permanecer en el tiempo, sobre todo a largo plazo.
El hecho de que los árboles mueran no es cuestión de preocuparse, porque morirse es el ciclo de todo ser vivo. Lo que sí debería preocuparnos es por qué no son sustituidos por otros nuevos (reforestación natural o asistida). Los bosques van envejeciendo, perdiendo árboles y en ocasiones no se siembra un arbolito nuevo ni por casualidad y si sucediera no se le da una continuidad hasta llegar a ser adulto.
Existen otros factores o consecuencias de la perdida de los bosques siendo cada vez más obvias y en ocasiones desastrosas, tales como, las políticas de desarrollo rural que han fomentado la sustitución de la cobertura forestal (primaria) por otro tipo de coberturas de mayor producción a corto plazo, pero de bajo rendimiento a mediano y largo plazo siendo entonces las causas principales de la deforestación; como es el caso de los cultivos y pastizales inducidos (por ejemplo, cultivo de aguacates).
Y en Michoacán, ¿qué pasa con los bosques?
La acelerada pérdida de los bosques conlleva grandes problemas ambientales, en Michoacán destacan las inundaciones (en Morelia, Zamora, Apatzingán, Tancítaro y Uruapan, 2015), los deslizamientos de laderas (el caso de Angangueo, zona de Reserva de la Biosfera de la mariposa monarca, 2010), la pérdida de biodiversidad y por lo tanto de la productividad, y otros fenómenos que traen consecuencias graves para las poblaciones humanas.
El calentamiento global y sus repercusiones son resultado parcial de estas tasas aceleradas de deforestación, que contribuyen con alrededor de un 25% de las emisiones de CO2 a la atmósfera dicho de otra forma, en unos cuantos años el cambio de vegetación será radical, donde los bosques tropicales y selvas desplazarán a nuestros bosques templados.
Si bien es cierto que, en las últimas décadas no se ha apreciado la pérdida total de alguna de las especies conocidas de coníferas dentro del estado. Hay 20 especies de pinos a nivel nacional que se encuentran en alguna categoría de riesgo (en peligro, amenazadas o sujeta a protección especial) en la Nom-059-Semarnat-2010.
El deterioro creciente de los bosques templados en Michoacán convoca de manera necesaria a reforestar eficientemente para fines comerciales, para la recuperación de suelos y la restauración ecológica.
Finalmente, es de suma relevancia el seguir estudiando a las especies forestales de Michoacán, pues nos permitirá evaluar el riesgo y manejo de los bosques templados (especialmente pinos y encinos) realizando investigaciones desde diversos enfoques: ecológicos, económicos y ambientales.
La investigación científica, por lo tanto, debe contemplar un manejo integral que incluya el mantenimiento de hábitats para la conservación in situ, la obtención de germoplasma para bancos de semilla y jardines botánicos, además de la reforestación en sitios amenazados.
Dra. Selene Ramos Ortiz / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Instituto de Investigaciones Agropecuarias y Forestales de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo