Revista de Divulgación Científico-Tecnológica del Gobierno del Estado de Morelos

Contando el tiempo sagrado en Tlayacapan durante la época de Xochicalco

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Aspecto de la sierra y los campos de cultivo de San José de los Laureles, Tlayacapan, Morelos.

In tonalpowalli tlahkopan América omochiw kana ikipia chikometsontli ika matlakpowalli xiwitl, miek yopapanokeh kion kwalnemilitiwitsi inon kenika moxexelowa wan mopowa in kawitl. Ikwak ikawitl Xochicalco in weyi altepetl onesia kenika kwalli okipowaya inon ximeh opapanotaya wan sikion tele kenika kektlaliaya. Ipan altepeme tetepichichin kenime tlayakapan in kawitl sikion omopowaya ikwak, keche ika weye tlamatilistli kenime weyextika altepetl Xochicalco. Ipan inin tlahkwilolli tiktemohke ome tonalixkopinalme ika ikwak non kawitl okitlahpalotikeh itech tepeme ompa San José, altepetl tlayakapan.

El calendario en América Media se construyó desde hace cerca de tres mil años, múltiples sociedades se basaron en la misma lógica de dividir y contar el tiempo. En la época de Xochicalco la gran ciudad demostraba sus capacidades para contar el tiempo y quizá, incluso, para ajustarlo. En comunidades pequeñas como Tlayacapan el tiempo también se contaba para aquel tiempo, con grados de complejidad cercanos a los de la gran ciudad xochicalca. En este artículo revisamos dos glifos calendáricos de esa época pintados en los cerros de San José de los Laureles, en Tlayacapan.

Náhuatl, variante de Cuentepec, Morelos; traducción: Lic. Leticia Domingo Olivares.

El calendario en América Media fue una construcción social que se consolidó hace cerca de 3 mil años, durante el periodo llamado Preclásico Temprano y Medio (entre los años 1000 y 500 antes de nuestra era). Los ciclos de la naturaleza, particularmente de los movimientos aparentes de los astros, fundamentalmente del sol, al ser medidos en los horizontes desde los asentamientos humanos, marcaban regularidades que fueron reconocidas como ciclos de tiempo repetitivos.

Imaginemos a un grupo humano antiguo (en lo que hoy es el estado de Morelos) que al estar en el hemisferio norte terrestre observa con atención la salida del sol y su ocaso cada día durante años. Pudieron observar cómo la salida del astro se desplaba aparentemente desde un extremo en el horizonte hasta otro y regresaba sistemáticamente cada 365 días. Precisamente los extremos en el horizonte son los que marcan los solsticios, tanto el de verano, que se alcanza entre el 20 o 21 de junio, como el de invierno, entre los días 21 y 22 de diciembre.

El registro de estas regularidades y los cambios en las estaciones marcadas por aumentos y disminuciones de la temperatura, así como la presencia de las temporadas de lluvia y sequía, con los efectos que esto tiene en la vegetación y en la fauna, permitió la identificación de regularidades en el registro del tiempo que terminaría en la construcción del calendario.

Las formas y el movimiento de la naturaleza se interpretaban a través de los mitos, éstos son relatos sistemáticos que “explican” el origen de los fenómenos naturales y su dinámica. Los eventos míticos y la vida cotidiana fueron enmarcados en el tiempo en asociación con el ritmo de los días y los diversos ciclos calendáricos.

Al comienzo de la invasión española en el siglo XVI existía un sistema calendárico ampliamente aceptado en la mayor parte de América Media. En el Centro de México existían dos formas de contar el tiempo. Por un lado, estaba el xiuhpohualli o cuenta de los días, que se configuraba por 18 meses de 20 días cada uno, lo cual ajusta 360 días, más cinco extras que servían para completar la cuenta de 365 días del año. Por otro lado, existía una secuencia inserta en el anterior; se trataba del calendario ritual de 260 días llamado tonalpohualli, conformado por veinte conjuntos de trece días. Cada 52 años ambos calendarios coincidían y se cumplía un ciclo llamado xiuhmolpilli o atado de años.

En la ciudad de Xochicalco, al oeste del estado de Morelos, se ha podido identificar en múltiples estelas, piedras esculpidas aisladas y en la Pirámide de las Serpientes Emplumadas los veinte signos calendáricos que manejaba esta ciudad durante su apogeo (alrededor del siglo VII). Los signos calendáricos descubiertos son: lagarto o Cipactli, ojo de reptil o Ehecatl, casa o Calli, pie o Xotl, serpiente o Cóatl, muerte o Miquiztli, venado o Mazatl, conejo o Tochtli, agua o Atl, perro o Itzcuintli, mono u Ozomatli, hierba o Malinalli, caña o Acatl, tigre u Ocelotl, pluma o Quetzalli, águila o Cuauhtli, zopilote o Cozcacuauhtli, movimiento u Ollin, pedernal o Tecpatl, precioso o Chalxihuitl, lluvia o Quiahuitl, señor o Tecuhtli, flor o Xochitl. El calendario xochicalca heredó elementos de la cuenta del tiempo de Teotihuacan y tuvo influencias zapotecas y también ñuiñes.

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Foto: Espacio en los cerros de San José de los Laureles donde se localiza la pared casi vertical y los signos calendáricos en pintura roja.

Cerca de la cabecera de Tlayacapan, en convivencia con los cerros de la sierra, se localiza la comunidad de San José de los Laureles, el antiguo Tlalmimilolpan. En sus inmediaciones se ubica una serie de pinturas rupestres elaboradas con pintura roja que datan de la época de Xochicalco. En la región hemos identificado una ocupación humana en el cerro El Tlatoani, que fue contemporánea a la ciudad xochicalca. La presencia regional de Xochicalco con su enorme ciudad impactó en el modo de vida de esta comunidad en Tlayacapan.

Es interesante resaltar dos signos que muestran claros elementos calendáricos de estilo xochicalca. El primero de ellos se encuentra muy bien conservado y muestra el signo 9 Casa, que inicialmente se había traducido como 9 Templo, ya que se presenta en la fachada frontal de este tipo de edificios. Ahora que se cuenta con la definición completa de los 20 signos calendáricos en Xochicalco, será llamado 9 Casa.

La forma en que se pintó es muy parecida a la de los signos calendáricos que fueron esculpidos en las estelas 1, 2 y 3 de Xochicalco, de hecho, en la 1 y la 3, el signo muestra también el número 9. Sabemos que es el 9 ya que presenta una barra que, en el sistema de numeración que se usó en Xochicalco, equivale al número 5; debajo de esta barra se muestran 2 pares de círculos, es decir, 4 que sumados resultan 9. Otro signo calendárico menos conservado muestra un numeral que presenta una barra de 5 y al menos se observan fragmentos de tres círculos, quizá también se trate de un número 9 en total; sin embargo, no se puede identificar el signo calendárico al interior del cartucho ya que se ha exfoliado la piedra.

Ambos signos calendáricos destacan por encontrarse rodeados de plumas radiales y al interior de un signo en forma de U. El segundo glifo calendárico muestra algún elemento del lado izquierdo, quizá una mano que toma al glifo y por ello se deduce que este signo trata de un glifo calendárico de año. Estos signos calendáricos tan canónicamente pintados, con el uso de plumas y el signo de la U, muestran registros calendáricos importantes, solamente vistos en grandes sitios arqueológicos como Xochicalco y en otros sitios de la misma temporalidad como Piedra Labrada y Texmelincan en Guerrero, así como en el sitio Fracción Mujular en el municipio de Tonalá, en Chiapas.

Es altamente probable que se trate del registro cronológico de alguna serie de eventos altamente relevantes a nivel regional. El paraje en particular debió estar relacionado con mitos y rituales significativos incluidos en el interés del poder de la capital xochicalca; su existencia es una muestra del poder y la apropiación de espacios simbólicos importantes en espacios bajo influencia de aquella gran ciudad.

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Foto: Signo calendárico 9 casa o Calli, con plumas radiales e inserto en un signo en forma de U. A la izquierda, fotografía con color real; a la derecha la misma foto con filtro a través del programa DStretch.

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Foto: Signo calendárico con un numeral probablemente 9 y un signo calendárico perdido. Muestra plumas radiales y está inserto en un signo en forma de U. En su sección izquierda se observa un elemento quizá a manera de mano que porta el signo, por lo que puede tratarse de un signo calendárico de año. A la izquierda, fotografía con color real; a la derecha la misma foto con filtro a través del programa DStretch. Al centro para referencia de los contrastes, se fotografió un gusano azotador amarillo.

 


M. en Arqueol. Raúl Francisco González Quezada | Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.

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