La voz más vieja del mundo es la del viento y proviene del hálito de los dioses, según las narraciones antiguas, y su aliento nos ha acompañado a lo largo de toda la historia de la humanidad, sus rumores adquieren múltiples formas, a veces complaciente cuando nos refresca la suave brisa en un día caluroso, otras implacable cuando en los gélidos días invernales se convierte en afiladas agujas que se clavan traspasando la ropa hasta llegar a la piel y otras más nos traslada a través de las vertiginosas corrientes de los mares convirtiendo las embarcaciones en insignificantes cáscaras de nuez que luchan contra las olas.
El viento ha sido la fuerza propulsora en la navegación a vela, usada por los marinos desde las primeras civilizaciones que tuvieron contacto con el mar. Dicha práctica se conserva hasta nuestros días, junto con la navegación propulsada por motores.
Sus orígenes datan desde el tercer milenio antes de Cristo, o tal vez antes, cuando nace la idea de usar la fuerza del viento sobre unos retales de tela para generar un impulso y es perfeccionada por distintas civilizaciones entre las que destacan los griegos, los egipcios, los chinos, los vikingos y los habitantes de diversas islas de Indonesia hasta llegar prácticamente a nuestros días.
Como parte importante del conocimiento, son algunos hombres quienes se dan a la tarea de explicar las causas, los orígenes y las formas de medir aquello que nos rodea, primero para entenderlo y luego para tratar de aprovecharlo a su favor.
En esta ocasión conoceremos al almirante Beaufort quien dedicó gran parte de su vida al estudio de los vientos dentro de su profesión como marino.
Beaufort, hombre de mar.
Francis Beaufort fue el primero en proponer una escala para medir tanto la intensidad como la dirección del viento. Su principal aportación a la ciencia fue la escala de medición que lleva su nombre, también incursionó en la observación y establecimiento de las tablas de mareas.
La escala de medición tenía como objetivo fundamental clasificar la velocidad de las masas de aire en movimiento, a las que se les denomina viento. Paralelamente el autor se dio a la tarea de describir el efecto de cada una de las intensidades sobre la superficie del mar y posteriormente hizo una equivalencia en tierra. La idea de la medición surgió ante la necesidad de determinar el velamen óptimo para la navegación bajo cada intensidad y dirección de viento, inicialmente para la fragata como nave tipo en aquella época.
Cada vez que el viento susurre a nuestros oídos, prestemos atención al mensaje y desde luego al almirante Beaufort, gracias al cual podemos avanzar en el conocimiento de las fuerzas de la naturaleza.
ºDra. Norma Sánchez-Santillán / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.
ºM. en C. Rubén Sánchez-Trejo / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.