En 1975, el director canadiense David Cronenberg describió en su película Shivers a un grupo de personas cuya personalidad se modificaba considerablemente por la infección de parásitos que los convertían en zombis con frenesí sexual, quienes a su vez infectaban a otros a través del contacto sexual.
La modificación de la conducta de un individuo debido a la infección de un parásito es frecuente en la naturaleza. Hay ejemplos de parásitos que alteran el comportamiento de su huésped para asegurar su transmisión. Así sucede con algunas hormigas infectadas con hongos parásitos que ascienden a las ramas más altas justo en el momento en que el hongo está listo para propagarse; ahí el insecto muere quedando en buena posición para la dispersión de las esporas en un área considerable.
Los parásitos percebe del cangrejo castran fisiológicamente a sus huéspedes crustáceos y alteran su comportamiento para manipularlos en su propio cuidado como lo harían con sus descendientes. Esta manipulación fisiológica tan fina y sutil, denominada saculinización*, hace que el caso de la avispa esmeralda y la cucaracha zombi resulte algo muy burdo.
Por su parte, los grillos cuando son infectados, por una especie de gusano plano, muestran un comportamiento suicida que los hace saltar al agua, lo cual favorece que su parásito termine su ciclo de vida acuático.
Para complicar la historia, es importante mencionar que hay parásitos con ciclos de vida complejos que requieren pasar por dos huéspedes diferentes, para lo cual necesitan mayor control para asegurar que el primer hospedero se acerque y se ponga en contacto con el segundo.
Es muy interesante el caso del virus del mosaico de la coliflor que modifica a su hospedero vegetal y que es transmitido por el pulgón. Cuando este virus infecta, genera Cuerpos Especializados para Transmisión (CET) en las células de la coliflor. Desde que un pulgón se posa para alimentarse sobre la hoja, se activa un mecanismo potenciado por proteínas virales, mediante el cual los CET son expuestos de manera rapidísima y favorecen la adherencia del pulgón al cuerpo, al cual infecta y sirve como vector de dispersión hacia otras plantas de coliflor.
También está el caso de otro gusano plano que se hospeda en los caracoles cuando comen heces de aves contaminadas con huevecillos de este parásito. Una vez en el interior de los moluscos, los gusanos se alojan en las antenas oculares. De esta forma modifican la conducta de los caracoles, interfieren su sensor de luz / obscuridad, evitan que los caracoles se refugien por la noche y los inducen a que muevan rítmicamente sus antenas. Todo esto provoca finalmente que los moluscos puedan ser avistados por las aves y devorados en consecuencia. Así, el parásito completa su ciclo al introducirse al hospedero emplumado.
Otro ejemplo interesante es el del toxoplasma, un parásito que cuando infecta a los ratones, estos se hacen insensibles al olor de la orina de los gatos (cuyo hedor normalmente alerta y aleja a los roedores sanos). Infectados ya, pierden el temor a sus depredadores naturales, y este comportamiento permite que sean devorados por los gatos más fácilmente, lo cual, a su vez, favorece al parásito para completar su ciclo de vida en el hospedero felino. También los humanos pueden mostrar alteraciones del comportamiento, como retardo en el tiempo de respuesta ante un incidente inesperado (un accidente de tránsito, por ejemplo), además de mayor propensión a desarrollar esquizofrenia. Aunque el humano no es presa de los gatos y este comportamiento no beneficia al parásito, se ha considerado que estas alteraciones son una manifestación de efectos colaterales de la infección latente.
Los parásitos transmitidos por insectos que se alimentan de sangre son un grupo especial que ha sido ampliamente estudiado. La infección producida por estos altera el comportamiento de los hospederos. Es el caso de las moscas de la arena en las que existen vectores del protozoario causante de la leishmaniosis, que modifican su conducta cuando están infectadas. Debido a que el parásito forma un tapón en el intestino de la mosca, impidiendo su sensación de saciedad, ella intenta repetidas veces alimentarse y en cada ocasión el parásito se disemina.
Otro caso interesante es el de los parásitos de la malaria que pueden alterar el comportamiento de los mosquitos infectados incrementando el número de veces que pican y el volumen de sangre que ingieren en cada ocasión. Se sabe que, cuando los parásitos de la malaria invaden las glándulas salivales dentro de estos insectos, su presencia hace que un mosquito intente picar hasta diez veces más que aquellos que no hospedan alguno. También se sabe que el CO2 y el sudor de nuestros cuerpos atrae a los mosquitos, pero hasta hace poco se desconocía qué otras moléculas pudieran estar implicadas en esta atracción. En febrero de 2017, en la revista Science, se reportó que cuando el parásito de la malaria se encuentra dentro de una persona, utiliza específicamente a los eritrocitos para modificar el comportamiento de los mosquitos. Esto lo hace mediante una molécula (HMBPP) sintetizada y secretada por el mismo parásito, además de influir en la producción de moléculas de aldehído, terpenos, limoneno y otras volátiles que se expulsan por la piel. Todas estas, junto con la HMBPP, directamente aumentan no solo la búsqueda de sangre y los tiempos de alimentación de los mosquitos, sino que los atraen específicamente hacia aquellos hospederos humanos infectados.
Es aventurado mencionar que un comportamiento como la ingesta de sangre puede ser completamente modificado por los parásitos; no obstante, las evidencias de que esto sucede son cada vez más claras. Por ello es relevante continuar con su estudio, sobre todo para relacionarlo con las infecciones que afectan a los humanos. Existe también un riesgo más elevado para los mosquitos, ya que dedicar mayor tiempo para alimentarse repercute en una alta probabilidad de ser atrapados al picar y, por lo tanto, de morir en el intento. En el caso de estos insectos, cada décima de segundo es objetivo a ganar en la estrategia biológica de comportamiento de la carrera por la sobrevivencia. Por supuesto, esto también abre todo un abanico de preguntas, que van desde si los virus transmitidos por mosquitos, como dengue, chikungunya y zika, también producen cambios de comportamiento en sus huéspedes, hasta si esto les asegura mayor éxito de transmisión.
Este término hace referencia al género Sacculina, al cual pertenecen los crustáceos parásitos.
M. en C. Guillermo Perales Ortiz / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Dr. Jorge Cime Castillo / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Instituto Nacional de Salud Pública, Cuernavaca, Morelos, México.