De todos los artistas de su generación, David Alfaro Siqueiros fue el que más promovió y recurrió al uso de nuevas tecnologías y materiales industriales para la producción artística. Para él, esto era una condición para concretar un arte auténticamente moderno; en sus palabras: “sin técnica moderna no puede haber arte moderno”. A partir del inicio de la década de los treinta, y hasta su muerte en 1974, el muralista incorporó a su proceso de producción el duco o piroxilina, la pistola de aire, el concreto, el asbesto, distintos tipos de plásticos, la fotografía a manera de fotomontaje, la luz eléctrica; también colaboró con algunos científicos, como el ingeniero José L. Gutiérrez del Instituto Politécnico Nacional, para manufacturar nuevos materiales industriales propicios para su trabajo mural. Durante el diseño de sus obras, además, Siqueiros recurrió a la imagen fotográfica y cinematográfica con el fin de lograr composiciones dinámicas que consideraban la presencia de un espectador móvil, que se desplaza caminando en el espacio o sobre un automóvil mientras transita en la ciudad. Esta última característica es prueba definitoria del carácter moderno de su empresa: Siqueiros parece ser el primer artista del siglo XX en México que, en sus soluciones plásticas, consideró las transformaciones y cambios en el campo de la percepción ocurridos a partir de la aparición de ciertas tecnologías y otros medios mecánicos modernos.
Además de ser parte integral del diseño, producción y documentación de sus trabajos, la tecnología también sirvió al muralista como un campo de representación. Las estructuras y paisajes industriales en sus obras parecen funcionar, en la mayoría de las ocasiones, como imágenes anticipatorias de una sociedad utópica; mientras que el obrero, personaje ligado a dicho mundo industrial, es representado con tal vigor que sus cuerpos remiten a la perfección y durabilidad de las máquinas. También, al producir obra pública comisionada en gran parte por el gobierno, el trabajo de Siqueiros puede ser entendido como parte de las estrategias de auto-representación utilizadas por el Estado, más allá de las intenciones del artista.
Explorando materiales y técnicas
A partir de la década de los treinta, Siqueiros emprendió una revolución técnica en el terreno de la pintura al utilizar nuevos materiales como la piroxilina y soportes como la masonita, así como al emplear nuevas tecnologías, como la brocha de aire y el aerógrafo, para su aplicación de pinturas industriales. Varios dispositivos tecnológicos, como la cámara fotográfica o cinematográfica y el proyector eléctrico, también le sirvieron para el diseño analítico de sus obras murales a las que consideraba como situaciones espaciales más que soluciones bidimensionales. Este análisis tenía en su centro la presencia de un espectador en movimiento en el espacio y, por lo mismo, buscaba una solución tanto dinámica como cinética para la obra. Al método para ahondar en esta problemática se le llamó “poliangularidad”, al que correspondía la inclusión de múltiples puntos de perspectiva con el fin de que el espectador pudiera apreciar de manera coherente las imágenes del mural, independientemente del “punto en que mire y cualesquiera sean sus movimientos”. La fotografía y el cine fueron instrumentos indispensables para lograr la óptica (los efectos de movimiento, los acercamientos pronunciados, la ampliación de la imagen) que los murales demandaban. También eran, para él, las tecnologías idóneas para su documentación y reproducción, de ahí los encargos realizados a Guillermo Zamora Serrano (fotógrafo de obra artística y arquitectura que trabajó entre otros con, Diego Rivera y Siqueiros) para documentar con una cámara cinematográfica algunas de sus obras.
Al concebir la pintura mural como un complemento de la arquitectura, Siqueiros buscó desde los años treinta concretar una situación espacial total, que comprendiera la escena arquitectónica en su conjunto y no se limitara exclusivamente a un muro. Ejercicio plástico, realizado en Argentina en 1933, fue la primera obra que trató de lograr esta condición de intervenir el espacio arquitectónico en su conjunto con una pintura que se desborda del muro e interviene, bajo el método de múltiples perspectivas, el piso y la bóveda del sitio en el que se realizó. Un ejemplo más desarrollado de esta forma de intervenir la escena arquitectónica se encuentra en el mural Retrato de la burguesía realizado en el edificio del Sindicato Mexicano de Electricistas entre 1939 y 1940, junto a un equipo conformado por Antonio Pujol, Antonio Rodríguez Luna, Miguel Prieto, Luis Arenal y José Renau; una obra con una clara influencia del fotomontaje y que aspiró a representar, en términos de pintura, las teorías de montaje cinematográfico de Sergei Eisenstein. Con el tiempo, esta estrategia de pintura mural en clara relación con la arquitectura fue denominada como “caja plástica”. Reminiscente de la idea de obra-de-arte total, Siqueiros escribió: “el arte de la pintura debe incorporarse a la suma plástica o culminación plástica, en la arquitectura… entregándole al organismo plástico entero…sus propios trucos ópticos, destinados a profundizar los espacios arquitectónicos, a elevar pictóricamente sus plafones o nuevas bóvedas, a enriquecer su ritmo y su dinámica toda”.
No obstante, todo este proceso analítico y racional de producción –en el que intervenían la imagen cinematográfica, fotografías, maquetas, múltiples dibujos, estudios y planos-, la práctica estaba acompañada de una parte azarosa correspondiente al comportamiento de los materiales industriales y el uso de nuevas tecnologías para su aplicación. Este factor espontáneo en la producción de Siqueiros fue denominado por el artista como “accidente controlado”. Muchas de sus obras presentan una síntesis entre este tipo de fenómeno accidental y un programa analítico o racional; en otras ocasiones, “el accidente controlado” fue el punto de partida de nuevas investigaciones en el terreno de la experimentación plástica. La consideración del azar, revela un interés por parte del muralista de alejar el dominio de la tecnología de la estricta producción racional, factor que resuena con una, prevaleciente, razón instrumental.
Paisajes tecnológicos en las obras de David Alfaro Siqueiros
Más allá de una cuestión técnica relacionada con el proceso de producción, la tecnología también fue para Siqueiros un campo de representación. Fábricas, torres eléctricas y paisajes tecnológicos están presentes en varias de sus obras; muchas veces como imágenes utópicas de una sociedad fuertemente industrializada. Esta visión corresponde a los ideales de una sociedad comunista donde a través de la industrialización a gran escala se trascenderían una serie de conflictos sociales. Esta perspectiva utópica alrededor de la tecnología también está presente en las obras del muralista que representan vistas desde el espacio exterior, ya sean perspectivas áreas (se podría decir atmosféricas) de la tierra o de otros cuerpos celestes. En estas obras, la tecnología permite vistas imposibles, que sólo se pueden apreciar por la fotografía área, la imagen satelital o telescópica. El filo utópico del terreno de la tecnología, en la producción de Siqueiros, siempre tuvo una contraparte menos optimista que no escatimaba en señalar los límites negativos y destructivos del andamiaje tecnológico de la modernidad.
El mundo industrial y tecnológico de Siqueiros siempre contó con el obrero como sujeto de representación. Tal ejercicio estuvo enmarcado por un movimiento intelectual alrededor de la especulación sobre un “nuevo hombre”; idea que, aunque vigente desde el siglo XIX, contó con una nueva preponderancia global durante los años treinta a partir de su formulación de acuerdo a líneas comunistas, nazi-fascistas o liberales. La representación del obrero, en Siqueiros, se aproxima a la prescripción del comunismo. Su solución parece recurrir a ciertos patrones clásicos de representación masculina; no obstante, el muralista dinamiza las formas evitando caer en un academicismo que se pueda relacionar con un realismo prosaico. Si el recurso de la representación clásica presupone una idealización del cuerpo masculino, Siqueiros lo refuerza a través de sus imágenes de obreros. Los cuerpos cuentan con una fuerza y vigor que es fácil de asociar con la perfección tecnológica de la máquina.
Inaugurado en 1971, el Polyforum fue el proyecto más ambicioso realizado por Siqueiros.
Este edificio, cuya superficie arquitectónica sostiene varios murales, guarda la obra más grande del artista: La marcha de la humanidad. El Polyforum es una estructura altamente tecnificada en su totalidad. El edificio cuenta con una atrevida arquitectura moderna de carácter industrial, obra de Guillermo Rosell de la Lama y Ramón Mikelajáuregui, que da un apecto escultórico a la obra del muralista. El monumental mural interior está hecho sobre placas de asbesto y cuenta con un sistema de iluminación y de sonido utilizado para narrar la épica que representa. El espacio donde el mural se ubica, además, cuenta con un piso mecanizado que hace girar a los espectadores, dirigiendo su atención de acuerdo a la narrativa. Financiado por el empresario Manuel Suárez como parte de un ambicioso desarrollo turístico que nunca llegó a concretarse de manera cabal, el Polyforum también recibió el trato de un proyecto oficial del Estado al ser inaugurado por Luis Echeverría. Con este contexto en mente se puede apreciar cómo, más allá de las intenciones de Siqueiros, el Polyforum se situó en línea como una representación más de los sueños desarrollistas del Estado y de un sector beneficiado del empresariado mexicano, durante la década de los setenta.
º Dr. Daniel Garza Usabiaga / Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Usted necesita tener Javascript activado para poder verla.
Curador en Jefe del Museo Universitario del Chopo